martes, 15 de octubre de 2013

Anécdotas de Gañán IV

Estuve a punto de crear una nueva sección llamada "Infraseres del Infravulgo", o "De la estupidez" pero me parecía excesivo -en cuanto a número de secciones, no en cuanto al título, cualquier descripción denigrante se quedaría corta-. Pero vamos con la confesión del principio, que como dije en el primer post de este blog, hay que guardar las formas. Confieso que ejerce en mi una cierta fascinación el discutir con seres prepotentes que siendo el epítome de la desgracia humana; una acumulación de neuronas en desuso andantes y el non plus ultra de la estupidez aún tienen ganas de quedar por encima -la ignorancia es atrevida-  y con tal fin de quedar por encima discuten con uno utilizando una infinita sarta de argumentos falaces desde la más absoluta prepotencia y supuesta superioridad.

Son abundantes los casos que uno se encontrará a lo largo de su existencia en los que un intento de interlocutor además de tutearle (desde qué clase de pensamiento ilusorio puede semejante ser pensar que tiene el derecho a tutear a uno...) apoya su argumento dando únicamente un lado de la realidad con el fin de hacer valer su argumento. El problema de dar un argumento a medias es que es muy obvio, y es por ello que cualquier ser inteligente admitirá que hay pruebas y hechos en contra de su propio argumento al dar su opinión: no exponer su argumento a la crítica más simple y no parecer un idiota haciéndolo, y es que es un error que mi primo de 11 años ha dejado de cometer.

El caso es que el ser prepotente (y muchas cosas más, todo adjetivos feos) expone un punto de vista más que incorrecto, una inmensa generalización que duele a los ojos, de esas que afectan seriamente al que tiene un mínimo de criterio. De esas del tipo: Los musulmanes son unos terroristas. Entonces uno le responde algo más o menos inteligente, no demasiado elaborado, y el infraser responde con otra afirmación falaz, proclama infundada -bueno si, fundada en la supina estupidez-, en un tono sarcástico, de superioridad y sobre todo, tuteando. Ni siquiera los políticos se tutean cuando dicen estupideces semejantes. Y es que caer en un nivel de formas, educación y elegancia más bajo que nuestros políticos es como para plantearse el suicidio por haber fracasado como ser humano.

Recuerdo haber leído hace tiempo en style consultant (a ver si recupera el dandi en el diván...) que lo que hay es una crisis de valores, de elegancia. Y no puedo estar más de acuerdo. Viviendo en un mundo en el que un hombre ya crecido considera semejante forma de argumentar como válida, no se puede esperar demasiado, por lo menos no de semejantes individuos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario