lunes, 12 de agosto de 2013

Sobre el afeitado

Confieso que estuve bastante tiempo afeitándome con una cosa multihoja de plástico asquerosa y vulgar. Pero ya me he librado de semejante cosa. Me he pasado al afeitado como lo habría hecho mi abuelo. Vamos,un afeitado como es debido. No voy a profundizar sobremanera en el afeitado clásico, las cuchillas, como hacerlo y demás. Para eso ya hay foros y multitud de lugares llenos de gente que sabe más que yo. El afeitado a la antigua es más...todo. Más barato, más apurado, más agradable, más personal, más  masculino y sobre todo, más elegante. Porque una cosa de plástico semiespacial y el gel de colores siderales es para los que llevan camisetas rosa flúor y zapatillas de deporte allá donde van. Y no queremos eso. Eso es feo e indigno.

Yo solía afeitarme con la  desgracia esa hasta que descubrí una maquinilla de mi abuelo. Un simple mango de metal con una pieza  en la que encaja una cuchilla y eso despertó mi curiosidad. Compré unas cuchillas y lo primo que hice fue sorprenderme muy gratamente por el precio en comparación con una cosa de plástico con varias cuchillas que sin duda no vale lo que cuesta.

Al principio pensaba que iba a rasparme porque la presión no se repartía entre varias hojas. Falso. Y me corté menos. Hace ya tiempo que no me corto. Lo que en la piel de mi cuello, más cerca del papel de fumar que de cualquier cosa perteneciente a un Homo sapiens, es todo un logro.

Hay que añadir a esta experiencia el papel de la brocha. El crear una capa densa de jabón con la brocha requiere un cierto trabajo. Hay que estar dándole vueltas a la brocha con ganas, gesto nimio pero de agradecer al afeitarse, ya que esa magnífica capa que nos protege la piel se ha conseguido mediante el esfuerzo propio y no estrujando un tubo de colores espaciales con un montón de palabras complejas que enumeran las características espaciales y futuristas de ese supergel sideral más propio del vulgo atontado por los anuncios en los que salen maquinillas filmadas como si de superdeportivos se tratase.

La experiencia de ir a por una brocha, un jabón, o un soporte para brocha y cuchilla. No he hallado yo supermercado en el que se encuentren implementos de afeitar de esta clase que puedan considerarse dignos. Así que el caballero que persiga el buen afeitado hallará la necesidad de ir a una tienda en la mayoría de los casos con una cierta solera, algo sin duda con mucha más clase que ir a un supermercado a comprar objetos plastiqueros.






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