domingo, 2 de septiembre de 2012

El carácter de los objetos

Soy de los que piensan que los objetos adquieren carácter con los años. Y veo que solo hablo de cosas, tengo que hacerme mirar lo del materialismo. Esta máxima solo se aplica a los objetos que ya tenían algo de carácter antes de tener más años que el que opina sobre ellos, por supuesto, y que duran ese número de años sin despeinarse. Una corbata de siete pliegues, o unos zapatos hechos a mano adquirirán carácter, una camiseta vieja, agujeros, no sea que alguien piense ahora que esa camiseta que ya ha alcanzado el grado de camiseta pijama, tiene alguna clase de carácter que le imprime algo especial.

Esta entrada viene por una foto. He encontrado una foto con diez años de antigüedad en la que se ve a mi abuelo de espaldas, y a mi delante. No se ve nada más, pero yo se que ese momento es en el que me estaba dando su pisacorbatas porque la mía se me volaba con el aire. Recuerdo ese momento perfectamente. Mi primer pisacorbatas a los nueve años. Me pareció que estaba frío, y que era ligeramente incómodo, pero no se me metía en la cara el dichoso trozo de tela, así que estaba bien.

Aún lo conservo. De hecho, he tenido unos cuantos a lo largo de mi vida, ahora mismo tengo dos, y uno no me gusta. No es el que mi abuelo me regaló. Hoy mi abuela me ha contado la historia de este pequeño artilugio, la cual desconocía. Fue un regalo de una cofradía, un ateo izquierdoso con el pisacorbatas de una cofradía, curiosa paradoja. Pero tiene algo especial, ese carácter del que carecen las cosas nuevas, y sobre todo aquellas de las que uno es el primer propietario.

Le tengo cariño a mi Sailor Regulus. Magnífico plumín. Pero ni de lejos comparable a la Waterman ideal de la tía de mi abuela, modelo que se fabricó entre 1918 y mediados de los años 30. Tiene esa grieta en el plumín, esa mancha que no se va en la tapa que mi impecable Sailor no tiene, y son achaques que uno no quiere que tenga en principio, pero se les coge cariño. Ese golpe que le dió ese gato que ya no tienes y que cada vez que ves te hace recordar cuando lo recogiste de la calle, un cachorro en un cubo de basura famélico con ganas de recibir cariño.

Los objetos antiguos son mucho más que eso, un compendio de recuerdos y experiencias personales que uno puede rememorar sólo con mirarlos. Y no puede uno evitar preguntarse que esconderán todos esos antiguos objetos heredados que tiene uno por casa, la coctelera de plata de la misma propietaria de la Waterman, esa camisa a medida que encontré en una tienda de ropa usada que resulta me quedaba impecable y no pude resistirme a comprar, con las iniciales de su primer propietario bordadas en el pecho en el mismo color en el que a mi me gusta bordar las mías, desgraciadamente la letra no coincide, yo soy más de cursivas.

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