martes, 28 de agosto de 2012

Anécdotas de gañán II

Quiero hablar esta noche de los seres que he visto en el IKEA de Alcorcón. Se trata de un lugar más edificado que mi rural morada, tienen farolas y todo, pero no por ello es más civilizado. Pido disculpas a mis conocidos del lugar, no sea que alguno lo lea. De hecho, creo que las nocturnas peleas de gatos que acontencen en mi jardín casi a diario pueden presumir de bastante más elegancia. Duelos a la luz de la luna en los que disputar el territorio con tu declarado enemigo. Vale, quizá lo exagere un poco.

Pero he de decir que encontrarse con esos seres que describí en mi comentario sobre el horror estival, en grandes cantidades, unido a las abuelas peleándose con las hijas sobre si el nieto necesita o no una agenda para su regreso al terreno de aprendizaje antipedagógico que es el colegio español, todo esto utilizando los más zafios y vulgares vocablos que uno pueda imaginarse, le afecta a uno.

Y quiero hacer especial mención al señor de más que considerable envergadura que dejaba el carrito del pobre retoño (y digo pobre porque con semejantes progenitores solo puede salir reggaetonero)en medio. Hombre de poco pelo, camiseta de tirantes y pantalones cortos, total seguidor del inigualable estilo de Paqurrín, que colocaba atravesado en un pasillo del Alcampo (si, he entrado a ese lugar en el que la pescadería es más maloliente de lo habitual, soy un valiente sin igual) el carrito mientras ocupaba el resto del espacio libre con su circunferencia.

Este inmenso hombre,abundante ser, gran cosa sobre dos patas, se paró sorprendido, cogió del hombro a la que supongo sería su pareja y señaló unas magdalenas al grito de ¡¡MIRA!! ¡¡MUFFINS!! Confieso mi deseo de haberle dicho, tu eres un idiot, un imbecile, un arschloch y retarded.

Menuda manía de llamar a cosas con nombres plenamente establecidos en nuestro idioma utilizando anglicismos de modernos. Y no quiero entrar ahora en un debate sobre el uso correcto del anglicismo, pero señalar una magdalena como si fuese algo sumamente exótico porque lo llama de otra forma demuestra que el nivel de sofisticación de su persona es equivalente al de su pareja y su vestimenta (no, la señora no era mucho mejor).

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