sábado, 25 de agosto de 2012

El arte de la conversación

Comienzo con la confesión: Creo que hay pocas cosas que odie más que alguien con una conversación insulsa o idiota. Está a la par con el mal Whisky ,el muy muy malo que es dañino hasta para el alma, ese que no tiene color y se acerca más al aguarrás que a cualquier cosa que se pueda beber.

Siempre me he preguntado qué habrá detrás de esa gente que uno no conoce, y cuya principal conversación con el recién conocido son monosílabos y cosas considerablemente anodinas. Ya sea por no matar a nuestro interlocutor (y es que lo de matar es muy feo), o por no caer en la mediocridad de lo anodino, cosa sumamente terrible e inaceptable para cualquier caballero (¡no queremos destacar por ser más mediocres de lo habitual!), uno habrá de dominar la buena conversación.

Creo que el primer paso es sueprar el miedo a hablar primero de algo que no sea una imbecilidad. La mayoría de la gente, desea conocer las cartas del otro antes de enseñar las suyas. Pero teniendo en cuenta que el otro hará lo mismo, de poco sirve. ¿Cuántas personas inteligentes, con mucho que decir, se refugiarán en las banalidades y lo trivial al hablar con alguien a quién no conocen?

Todo en su justa medida, por supuesto, que como dijo algún chino en su día, más vale callar y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente, pero uno no puede evitar preguntarse la cantidad de conversaciones sumamente interesantes que se ha perdido por culpa de temas como el tiempo.

Creo que toda persona debería saber un poco de todo, aunque lamentablemente debo decir que últimamente encuentro gente incapaz de seguir la mayoría de temas de conversación que a un servidor se le pueden ocurrir. Y eso que no suelo sacar la historia de la influencia social de la patata y me limito a cosas más simples.

Terminaré diciendo que una buena conversación debería atrapar tanto a uno que su interlocutor fuese capaz de quitarle el pañuelo de bolsillo y jugar con el, sin que uno no se diese ni cuenta.

Vale, el hecho de que hubiese sido una bella dama quizá distrajese mi atención, todo sea dicho.


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