viernes, 10 de agosto de 2012

Sobre el vestir, entrega I

"You can never be overdressed or over-educated."
                                                                            Oscar Wilde

Nunca va uno demasiado vestido ni estará demasiado formado. Pero aquí el autor huyó de la universidad, así que hasta que no alcance el comienzo de la próxima y esperemos que más acertada carrera centrémonos en lo primero.

Que uno se pregunte qué se pone es una pregunta que todo aquel con cierto sentido de la estética se ha hecho. Que la respuesta a esa pregunta sea "esta camiseta" y el destino la ópera debería, en cambio, ser ilegal.

Diría que todos conocemos el concepto de vestirse para la ocasión. Pero de ahí a que luego haya valor para aplicarlo hay un abismo, un desierto o cualquier cosa infranqueable que a uno se le pueda ocurrir. La gente teme vestirse. Teme ir demasiado vestida. Y tiene miedo a la vestimenta. Seguro que todos conocemos a alguien que teme "haberse pasado", "ponerse algo tan elegante" o que tiene el traje por un abrigo de pelo sumamente caluroso.

Y uno se pregunta por qué a principios de siglo eso no pasaba. Claro, todo el mundo tenía claro qué era apropiado a qué horas y no iba a una boda de mañana con un vestido de raso largo o un traje negro. No es que sea sumamente complicado, y eliminamos dos de las tres preguntas. Queda pues el miedo a la vestimenta.

El miedo a la vestimenta deriva de la ignorancia. Recuerdo un conocido qué explicó su razón para no llevar traje: "sudo, nunca mejor dicho". Llevaba vaqueros. Repito, llevaba vaqueros. Uno se pregunta entonces qué clase de demoníaco ente ha poseído a semejante espécimen para convencerle de que unos vaqueros son más frescos que un traje de verano. Debe ser el que inventó los plumas brillantes con pelo alrededor de la capucha, solo puede ser obra de semejante mal. Hay que reconocer, no obstante, el valor del diabólico ente por poseer a semejante persona sin considerar el suicidio como opción válida.




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